CUENTOS, CUENTOS, CUENTOS
"Que toda la vida es cuento y que los cuentos cuentos son"
16.2.11
La verdadera historia del Ratón Pérez
9.12.10
El Cuento de la Dama y la Luna
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías
Ya todos se encaminaban hacia el pequeño claro abierto en el bosque con rostros expectantes, deseosos de oír una nueva historia del anciano. Su "Viejo Bardo", así lo llamaban desde hacía muchísimo tiempo, desde que por primera vez regalara a sus oídos con increíbles y fantásticos cuentos que guardaban en su memoria como los más preciados tesoros, tesoros que les hacían soñar. El viejo sólo les pedía a cambio un techo donde cobijarse una noche, un plato de comida caliente y un pellejo de vino.
Aquella noche, como otras tantas, el anciano ya les esperaba en el claro junto a una hoguera crepitante, dando cuenta de los últimos pedazos de su cena.
Se sentaron alrededor del fuego, niños y mayores con los ojos iluminados por las danzantes llamas, esperando en un silencio apenas contenido que su "Viejo Bardo" les hiciera participes de la magia que salía de sus labios en forma de cuentos y leyendas.
El anciano recorrió con la mirada el círculo de personas, echó un último trago de vino, sacó su pipa, tan vieja como él, la encendió, le dio una profunda calada y comenzó el relato con voz profunda y suave.
" Este es El Cuento de la Dama y la Luna.
Hace ya largos años, cuando las guerras aun azotaban las tierras de norte a sur, la Luna, en su alto sitial de las esferas celestes, se sentía sola. Sola porque no tenía con quién hablar, con quién compartir sus sentimientos. Y así, noche tras noche, la Luna lloraba; lágrimas de plata caían del cielo a la tierra sin que nadie lo advirtiera y aquello desconsolaba más a la Luna, pues pensaba que en verdad los hombres la habían olvidado y jamás volverían su rostro hacia ella buscando consejo.
Así, los días o, mejor dicho, las noches se sucedieron sin que nadie viniera a hacer compañía a la Luna que vagaba, solitaria, por el cielo silencioso. Pero una noche, cuando se encontraba derramando sus rayos azulplateados sobre un pequeño bosque, oyó lo que le parecieron unos quedos sollozos. Intrigada, se acercó a una pequeña colina y allí, en lo alto del pequeño montecillo vio a una mujer sentada con la cabeza enterrada entre los brazos dejando escapar su pena.
La luna, compasiva, bajó unos metros del cielo y le habló con voz suave y cálida.
- Dime, joven dama, ¿qué es lo que tanto te hace sufrir?, ¿qué provoca tus lágrimas?
La mujer, sorprendida, miró hacia todas partes en busca del dueño de aquellas palabras, pero no viendo a nadie, al fin, lentamente levantó la mirada hacia el cielo nocturno y vio que la Luna estaba cerca y la miraba con ojos llenos de amor y compasión, y creyendo estar en un sueño le contestó al blanco astro.
- Mi esposo ha muerto en esta absurda guerra- dijo apenas es un susurro notando como el corazón se le estremecía y las lágrimas acudían presurosas a sus ojos.
La Luna sintió pena de la mujer y comprendió su dolor, pues al igual que ella, ahora estaba sola.
- ¡Oh! Luna, Señora de la Noche, no sabes cuán dura es esta soledad después de haber compartido media vida con la persona más amada.
No, la Luna no sabía cómo podría ser esa soledad, ese vacío que deja el ser amado . pero si conocía la soledad muda y fría que le había rodeado desde años innumerables.
De repente la mujer alzó de nuevo la mirada hacia la Luna, pues había notado como sus lágrimas caían sobre ella bañándola en luz plateada.
-¿Por qué lloras Luna?- preguntó.
- Porque como a ti, la soledad me acompaña y me rodea cada noche y porque siento pena por ti, por tu pérdida. Porque se que la soledad es fría y el vacío está lleno de silencio ensordecedor.
La mujer miró entonces con nuevos ojos a la Luna y vio los cientos de años pasados a solas, en silencio, solo acompañada por las frías estrellas y supo en ese momento que algo las unía, algo triste y doloroso, pero que quizás, si sabían escucharse, podrían superar.
- ¿Y qué te apena a ti, Luna?- le preguntó pensando que a lo mejor aquello no era un sueño y que de verás la Luna, que todo el mundo miraba como un astro frío y distante, necesitaba un espíritu amigo. Y se prometió que cada cierto tiempo volvería a la colina y haría compañía a la Luna.
Y la Luna le contó aquella noche sus penas, anhelos y esperanzas y la dama la escuchó y por unos momentos olvidó su propio dolor.
De esta manera, cada veintiocho días, momento en que la Luna lucía completa sobre la colina, la mujer se reunía con ella y durante algunas noches ambas compartían sus sueños, sus consejos y sus pensamientos más profundos. E incluso, después que la mujer volviera a desposarse y tuviera hijos, mantuvo la promesa silenciosa que le hiciera a la Luna de hacerle compañía y hablarle. Y enseñó a sus hijos a hacer lo mismo trasmitiéndoles su historia y estos lo hicieron con sus propios hijos y así se convirtió en tradición subir a la colina a hablar con la Luna.
Y la Luna, por su parte, mientras viajaba por las bóvedas celestes alrededor del mundo, siempre estuvo atenta de oír los llantos de almas tristes y siempre estuvo presta a dar su consejo y compañía a quiénes lo necesitaban y nunca jamás volvió a estar sola.
Por eso, cuando la Luna luce llena en el cielo se dice que alguien está hablando con ella y la Luna lo escucha y le habla aliviando sus pesares como antaño lo hiciera la dama con ella".
El anciano calló y un silencio profundo y reverencial inundó el claro y poco a poco todos los rostros se volvieron hacia el cielo y sobre ellos vieron la Luna llena que pareciera haberse detenido a oír el cuento, su propio cuento, de los labios del "Viejo Bardo".
Desde aquella noche el anciano logró que nuevas personas siguieran la tradición de hablar con el blanco y viejo astro y legaran la historia a sus descendientes.
27.11.10
La rama seca. Ana María Matute
La rama seca Ana María Matute | |
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16.7.10
En busca de sueños.
Sus padres hacía 5 años que habían fallecido en un terrible accidente de tráfico, y ella se tuvo que hacer carga de Angélica. Procuró que terminara la carrera de abogada que eligió y la que costo mucho sacrificio terminar ya que ella no estaba dispuesta a sacrificar mucho tiempo estudiando y no se perdía fiesta en la universidad. Tras finalizar ambas se fueron a vivir a la finca que los padres les habían dejado a las afueras de la ciudad.
15.7.10
La música es de la película "Una mente maravillosa". El cuadro de Dalí, "Mujer asomada a la ventana".
3.7.10
Los colores del cielo
Era una una tarde soleada del mes de mayo. Ángela se encontraba sentada a orillas del camino esperando el autobús que la llevaría a la ciudad, donde por fin comenzaría un nuevo trabajo, en un lugar nuevo, con nuevos compañeros. Ángela sabía que iba a ser dificil la nueva etapa que se abría ante ella. Se había encerrado demasiado en sí misma tras la larga y dolorosa enfermedad de su madre y no conseguía salir del pozo en el que había caído. Habían sido unos meses muy extraños. Impotente vió como su madre, el ser al que más quería se consumía, victima del dolor más intenso que nos podamos imaginar. Ambas sufría juntas agarradas de la mano, esperando que pasara la noche, quedándose dormidas con los primeros rayos de luz del día. Por fin llegó el fatal momento y se despidieron para siempre. Con pocas lágrimas, pues sus ojos estaban secos. Ángela tras este episodio de su vida, decidió encerrar todo en una caja, ponerle un lazo enorme y guardarla en el lugar más recóndito de su interior. Una llamada teléfonica, una clara mañana, llena de luz la despertó de su letargo. Era la señorita de recursos humanos de la empresa en la que había echado el currículum. Esta empresa, se dedicaba al diseño gráfico. Ángela asombrada, asustada por el timbre del teléfono contestó con voz sin brillo. Al otro lado le dicen que la esperan el lunes para una entrevista. Asombrada se levanta después de colgar y se asoma al espejo del salón. Mirándose en él descubre como había envejecido en estos últimos meses. El paso de la muerte por su lado había dejado huella en ella. Una huella que no podría borrarse en toda su vida. Alisó su cabello. Miró por la ventana y se percató entonces de la bonita que estaba la mañana. Abrió la ventana. Dejó pasar una ráfaga de aire fresco. Le dió la impresión de que con el aire pasaba también el espíritu contento y juguetón de su madre. Mirando al cielo, observó la gama de azules tan preciosa que se podía observar y sin pensarlo cogió las acuarelas y una hoja de papel y comenzó a pintar el cielo. parecía que una mano invisible la guiaba. La mano de su madre estaba ayudando a darle color al cielo. Usó toda la gama de azules de la paleta, los rojos, amarillos y anaranjados. Pasado un tiempo entre pincelada y pincelada se acordó de la llamada y penso ilusionada que debía recoger la casa, hacer la maleta para salir muy temprano el lunes hacia la ciudad. Estaba segura que la contratarían ya que las referencias que tenían de ella eran muy buenas. Pasó lo que quedaba del fin de semana de un lado a otro de la casa. No quería desplazar recuerdos, los recuerdos de su madre, por eso decidió dejar todas sus cosa como estaban antes de que ella cayera enferma. Sus ropas, sus cosas, sus libros...Entre llantos pero con gran entereza, la casa quedó impecablemente "ordenada" como si en cualquier momento su madre fuera a aparecer por la puerta de la cocina y llamarla¡Ángela, a comer! Debía terminar. Necesitaba alejarse de allí. Hizo su maleta en un estar y no estar. Pasó rápido el domingo. El lunes llegó y muy temprano la luz del sol desperto a Ángela inundando con sus rayos la habitación. El día había llegado. Un nuevo horizonte se habría ante ella. Miro de nuevo al cielo y como un milagro descubrió en él la pintura que había realizado el día anterior. Las mismas pinceladas de colores cubrían el cielo que se veía desde su ventana. Se oía una musiquilla de fondo como de piano, que le recordaba otra oída de niña y que la animaba a seguir adelante porque esa melodía la tocaba su padre en los momentos en los que todos se encontraban felices... Claro que sí, ellos estaban allí presentes. La acompañaban, los podía sentir, oler, oir. Animada por estas sensaciones se arregló y salió cerrando tras de sí la puerta. Es ahí en donde encontramos a Ángela, sentada esperando el autobús que la llevará hacia una nueva esperanza, acompañada de recuerdos, de experiencias, de colores, como los del cielo que pintó y que ahora la acompañan al comienzo de esta nueva andadura. ¡Suerte Ángela! ¡Te la mereces!