20.6.10

ELLIETTE Y LAS HADAS



Es cierto. Había una vez un bosque que albergaba todo un poblado de hadas, duendes, elfos y demás seres extraños para nosotros, los humanos. Todos vivían felices en verano y en primavera, pero al llegar el otoño y comenzar las hojas de los árboles a caer, se sentían incómodos y desprotegidos ya que los humanos los podían ver con más facilidad. Tal era su temor que pidieron ayuda a las estrellas y al sol. Creían que si no alumbraban el bosque no los verían. Sol y estrellas decidieron ayudarles y cuando comenzaban las hojas a caer, se hacía la noche, la oscuridad reinaba hasta la llegada de la primavera.
Se forjó una leyenda en torno al bosque y a su oscuridad que decía que a quien se arriesgara a entrar, fuera día o fuera noche, jamás regresaba, ya que los extraños animalitos del bosque los transformarían en seres como ellos y formarían parte de su gente hasta el fin de los días.
Con este temor vivían en el pueblo cercano al bosque, hasta que un día Ellette decidió atreverse a adentrarse en él con el temor de no volver a salir. Sus amigas no querían que lo hiciera, pera ella, obsesionada desde pequeña con la posibilidad de encontrar amigos más allá de su pueblo, de ver qué era lo que realmente pasaba, se hizo la valiente y portadora de una linterna y su amuleto de la suerte entró. Al principio andaba con mucho recelo. Cualquier ruido, por pequeño que fuera la asustaba. Creía ver hadas y duendecillos y ella misma se convencía de que no era posible ya que sólo en los cuentos existían. Conforme se adentraba, más y más oscuridad reinaba. Las ramas al ser pisadas hacían ruidos que el bosque se tragaba. Los pajarillos parecía que cantaban muy, muy bajito, como para no despertar a un niño que durmiera. Las luz disminuía conforma la espesura del bosque aumentaba. Su miedo también iba en aumento. Por un momento creyó oir un lamento, pero supuso que era el viento al deslizarse por entre los árboles. Elliette prosiguió mirando atentamente a un lado y a otro. Miró hacia arriba y sorprendida no vió el sol, ni siquiera la luz que los rayos desprenden. Le pareció extraño ya que para ella hacía sólo una hora que se adentrara en el bosque y cuando lohizo eran las doce de la mañana. Pensó que se había nublado y que las nubes ocultaban su luz. Más adelante observó que algo caminaba muy cerca de ella. Ahora sí, estaba segura de haber visto una silueta de algo parecido a una persona pequeñita. Curiosa abrió más los ojos y forzó la mirada para ver si podía distinguir algo o alguien entre la espesura. Pensó en encender la linterna pero no lo hizo ante la posibilidad de que el pequeño ser se asustara y huyera para otro lado. Efectivamente una diminuta persona andaba tras ella, no, eran dos. Las pudo divisar cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. Parecía que el temor era mutuo. Elliette se paró y haciéndose la despistada se sentó en una piedra del camino. Inmediatamente oyó un grito que salía de la roca en donde se había sentado. Sin darse cuenta lo había hecho sobre una de las diminutas criaturas. Por poco la aplasta, veloz se levantó de la roca y se dirigió corriendo al otro extremo del camino. Mientras las hadas del bosque, porque eran hadas, asustadas le hicieron ver que tenía que prestar más atención que por poco las chafa. Elliette repuso que creía que estaba sola. Las hadas le dijeron que sabían que estaban caminando juntas ya mucho rato. Que ellas no habían dicho nada por miedo, pero que la estaban observando y no entendían que hacía por el bosque cuando sabía el peligro que corría. Elliette les dijo que no creía en las leyendas del bosque y que si estaba allí era para ver si realmente existían las hadas y los duendes que todos negaban y que a la vez temían. Las dos haditas fueron poco a poco perdiendo el miedo, le preguntaron el nombre, le preguntaron la edad, por su pueblo, por sus amigos… Elliette estuvo hablando con ellas por especio de dos horas. Las hadas a su vez le contaron cosas a ella que le hicieron pensar en la belleza y en la bondad de los seres diminutos. Como había pasado mucho rato se despidieron y quedaron emplazadas para otro día, pues habían perdido cualquier asomo de miedo y estar juntas había resultado muy agradable. Cuando cada una volvió a sus respectivos lugares pudieron contar lo ocurrido aún a sabiendas de que no las creerían, pero para ellas daba lo mismo habían desmontado un leyenda malvada. A partir de ese momento Ellette y las hadas se vieron en muchas ocasiones y las amigas de ambas. Más niñas y más hadas se conocieron y se perdió el miedo a entrar en el bosque y a salir de él. Hablaron con las estrellas y con el sol y estos volvieron a iluminarlo con tanta luz y tanta alegría que hasta las mariposas bailaban con la música de los ríos, de los pájaros y de los árboles y bailaban las hadas y los duendes y las niñas. PD: Cómo podéis ver hablando se entiende la gente, incluso en el mundo de la fantasía.

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